El desarrollo de Vaca Muerta y su potencial como generador de dólares, le hace frotar las manos a cualquier político con aspiraciones de acceder al poder.
El Estado argentino ha sido siempre un protagonista de los negocios, y la cultura estatista de la dirigencia local se aprovecha para su propio beneficio y la búsqueda de votos.
Las privatizaciones de los 90, la soja de la década kirchnerista, las estatizaciones de empresas, el otorgamiento de licencias petroleras, pesqueras, de frecuencia de telecomunicaciones… El Estado es omnipresente en todo aquello donde pueda “morder” su tajada.
Una parte de esos fondos se orienta al gasto público, generalmente más burocracia y empleados públicos, otra parte va a la financiación de la política, y es vox populi que siempre hay fondos para las cuentas de familiares y testaferros…
Vaca Muerta no será la excepción a la regla en la idiosincrasia de la dirigencia política y empresaria de Argentina. Todos los informes internacionales reflejan el potencial incalculable de esa formación. Las provincias donde existen recursos de petróleo y gas de esquisto están viendo los beneficios de este desarrollo, como es el caso de Neuquén.
Pero ese boom del shale que Argentina promete, necesita de la primera condición esencial para cualquier negocio: el capital.
Argentina lleva 15 años de desprecio por el capital, una teoría fomentada con intensidad por el actual gobierno y que ha calado en la sociedad, a punto tal que cualquier fondo de inversión es un "buitre".
Para desarrollar Vaca Muerta se necesitan obras de infraestructura muy importantes: rutas asfaltadas, un ferrocarril que abarate los costos de traslado, comunicaciones, servicios de agua potable, desarrollo de industrias vinculadas a la actividad. Las cifras de inversión para Vaca Muerta hablan de u$s360.000 millones, y ese dinero derramaría un auge en la región que puede cambiar la Argentina en temas demográficos, de PIB y distribución de la renta.
Pero cabe preguntarse también si los argentinos como sociedad, muy enamorados de los conceptos del Estado benefactor, con el más alto sentimiento anti norteamericano del planeta, y generalmente enemigos del capital y el empresariado, cuánto están dispuestos a cambiar y aceptar que el modelo para generar riqueza arranca con tener buenas relaciones con los países, con los inversores y, fundamentalmente, con los estadounidenses que son los que nos enseñarán a producir petróleo y gas de esquisto a precios bajos y con alta rentabilidad.